El Propósito empresario es clave para un futuro sostenible.

El pasado 20 de noviembre finalizó la Conferencia de las partes de Naciones Unidas sobre cambio climático (COP27) que se desarrolló en la ciudad de Sharm el Sheij, sobre el mar Rojo en Egipto.

Culminó con un histórico acuerdo por el que los países aportarán a un fondo llamado de pérdidas y daños para ayudar a pagar los efectos que el calentamiento global provocó en las naciones más pobres (inundaciones, sequías, olas de calor, hambrunas y tormentas), aunque, como suele ocurrir, sin el consecuente correlato de un plan concreto para combatir la causa de esos desastres.

Pero esta no fue la principal noticia que levantaron los medios, y viralizaron las redes sociales, sobre este importante evento anual, que volverá a realizarse el próximo año en Dubai.

El inicio de la COP 27 se vio empañado por la polémica generada alrededor de uno de sus principales sponsors: la bebida cola más famosa del mundo y este, quizá, fue el hecho más debatido en redes.

Figuras de renombre mundial, como la periodista, escritora y activista canadiense, Naomi Klein, o el director de la campaña de los océanos de Greenpeace alzaron su voz para cuestionar dicho auspicio.

El hecho de que dicha compañía lleve cuatro años consecutivos encabezando el ranking de empresas que más plástico generan en el mundo y el dato de las 120.000 millones de botellas de plástico descartables que utiliza cada año, de complejo reciclaje, y fabricadas con combustibles fósiles, colocó un manto de sospecha sobre las verdaderas intenciones de la empresa al auspiciar un evento donde se debaten las severas consecuencias al clima de estas actividades productivas.

La demanda ciudadana por las promesas corporativas vacías en la lucha contra el plástico, fundamentalmente el de un solo uso, están trayendo un mayor escrutinio y preocupación por las acciones de las empresas que se comprometen a abordar esta crisis, cuando en realidad no lo hacen. Por otro lado, efectivamente ello conlleva un riesgo reputacional para las marcas, que suelen ser acusadas de greenwashing.

Paralelamente, un reciente estudio elaborado por Greenpeace (Estados Unidos) señaló que se prevé que el uso y el desperdicio de plástico a nivel mundial se triplique para el año 2060, y una de las principales amenazas para el cumplimiento de las promesas del sector, es que la tasa de reciclaje está disminuyendo. Cayó a alrededor del 5% en 2021, por debajo de un máximo de 9.5 % en 2014 y 8.7% en 2018.

Anualmente, en el mundo, casi nueve millones de toneladas de desechos plásticos terminan en los océanos. Lo que equivale a arrojar un camión de basura lleno de plástico a los mares por minuto.

Por supuesto, fue tan fuerte el impacto del cuestionamiento ante este auspicio a nivel global, que la respuesta de la empresa no tardó en llegar.

La compañía aclaró que venía participando activamente en eventos de las COP desde 2009 en Copenhague, con el objetivo de “escuchar y aprender, y participar constructivamente en la acción climática positiva”.

También señaló que, frente a los problemas que enfrenta el planeta, es importante que todas las partes interesadas participen en los debates, incluidos aquellos que históricamente no han tenido voz. En este sentido, sostuvo que para abordar soluciones efectivas se requiere el involucramiento de toda la sociedad, incluidos gobiernos, sociedad civil y, por supuesto, el sector empresarial.

Entre los compromisos de la compañía para 2030 se encuentra llegar a un 50% de materiales reciclados en sus empaques, vender el 25% de sus bebidas en botellas retornables y reducir el uso de plástico virgen en 3 millones de toneladas para los próximos tres años.

Por otro lado, expertos como la Fundación Ellen McArthur señalaron que dicha empresa usa más plástico reciclado en sus productos que casi cualquier otra compañía importante de bienes de consumo y que el PET que usa para fabricar sus botellas «es la opción más ecológica comprobada», ya que el PET es el tipo de plástico más fácil de reciclar.

Efectivamente, desde hacía años que la misión, visión y estrategia de la compañía estaba atravesada por los valores de la sostenibilidad y la creación de valor compartido para los diversos stakeholders, minimizando el impacto ambiental y las huellas hídricas y de carbono.

Es claro que muchas veces las empresas, aún las más comprometidas social y ambientalmente, no alcanzan a cumplir con todas las demandas ciudadanas y públicas, respecto al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas o el Acuerdo del Clima de París, entre otros convenios.

Pero también sería necio no reconocer el esfuerzo que muchas empresas realizan en el mundo, en el marco de un proceso de mejora continua, para cambiar las tendencias de un modelo de producción lineal extractivista insostenible.

Para este cambio de visión y de estrategia, es clave ampliar la mirada del corto al largo plazo.

¿Cuál es el legado que nuestra compañía quiere dejar para el mundo? ¿Una huella positiva o una huella de carbono?

Y ese legado futuro esta inescindiblemente relacionado con el propósito que tiene la empresa hoy en día. Un propósito empresarial que debe constituirse fielmente en el faro que ilumine el camino del desarrollo sostenible sobre el que se implementen las estrategias y decisiones de negocio, y no en algo que simplemente las adorne con la mera finalidad de obtener una mejora en la reputación.

El propósito justifica realmente la existencia de la empresa, y los beneficios son el medio para conseguir dicho propósito.

Así, el propósito se erige como la razón de ser de la compañía, el “para que existe”, en un plano aún superior que cuando hablábamos de misión y visión. La idea de propósito se nos presenta, de esta manera, como mucho más amplia y holística que la de “misión”. Explica por qué el mundo es mejor con la existencia de esa empresa.

Un propósito claro, da sentido a lo que la empresa hace y para qué lo hace, y alinea a todos los demás componentes de la estrategia corporativa, transformándose en una guía para la toma de decisiones.

Este cambio de enfoque refleja, precisamente, la evolución desde una estrategia empresaria enfocada en el mercado y el beneficio, a una estrategia enfocada en el triple impacto- económico, social y ambiental- en todos sus stakeholders, lo que le permite reencontrarse con la sociedad.

El propósito corporativo debe ser un motivo de orgullo para sus empleados y accionistas, pero no alcanza con tener una aspiración común que otorgue un sentido a la empresa. El propósito debe influir efectivamente en la estrategia, trascender a los directivos, marcar la cultura organizacional y ser perdurable en el tiempo.

Debe definir su razón de ser y su sentido transformador en el mundo, dando respuesta, desde la mirada de todas las partes interesadas, a la pregunta ¿Por qué existe esta empresa? Sólo así puede garantizarse la continuidad en estos tiempos turbulentos.

Por el Lic. Julián D’Angelo

Director Centro Nacional de Responsabilidad Social Empresaria

y Capital Social (FCE-UBA) y del Centro de Estudios

en Desarrollo Sostenible (IUEAN)

Publicado en la Revista Desafío Exportar.

Edición N° 209. Diciembre de 2022